viernes, 21 de agosto de 2015

A LA MEMORIA DE “MANOLETE”

(Por: Rafael Dupouy Gómez)


Artículo publicado en la revista taurina "Caireles" Nº 31 de Barcelona (España) en diciembre de 2012. 

Dedicado a mis buenos amigos: don Fernando Claramunt López, don Fernando del Arco de Izco y don Paco Laguna Menor, grandes admiradores e historiadores de la figura de “Manolete”. 

Debut en Venezuela del “Monstruo” de Córdoba, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, en compañía del diestro venezolano Julio Mendoza y el peruano Alejandro Montani en la Maestranza de Maracay, el 1 de mayo de 1946. (Foto Archivo Hnos. Dupouy Gómez).

El 29 de agosto, se cumple otro aniversario de la trágica muerte del famoso diestro español Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, conocido como el “Monstruo” de Córdoba, uno de los toreros más grandes que ha dado la historia.

La fatalidad ocurrió aquella tarde en la Plaza de Toros de Linares, el 28 de agosto de 1947, alternando Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” con Rafael Vega del los Reyes “Gitanillo de Triana” y Luis Miguel Dominguín.

Se lidiaron seis toros de don Eduardo Miura, correspondiéndole a “Manolete” la lidia del quinto de la tarde de nombre “Islero”, nacido del vientre de la vaca “Islera”, cuya cabeza disecada se encuentra actualmente expuesta en el Museo Taurino de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

“Islero”, marcado con el número 21, astifino de pitones, negro entrepelado, provocó la cornada mortal del diestro cordobés al penetrarle el pitón en el muslo derecho, destrozándole el Triángulo de Scarpa, al mismo tiempo que “Manolete” le introducía el estoque consiguiendo una soberbia estocada después de perfilarse para entrar a matar con pasmosa serenidad, valentía y entrega total. Su triste desenlace fatal, es ampliamente conocido por los críticos, historiadores y aficionados taurinos, desatándose una gran polémica en torno a su muerte, atribuyéndola a varias causas, entre ellas, al mal empleo de una transfusión de sangre que le provocó, al famoso torero, una reacción adversa precipitándole la muerte.

“Manolete”, falleció a las cinco de la mañana, el 29 de agosto de 1947. España entera y el mundo de los toros lloró la muerte de su ídolo, bajo una profunda conmoción. Una impresionante multitud paseó a hombros los restos mortales del cuarto “Califa de Córdoba”, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”.

EL DEBUT DE “MANOLETE” EN VENEZUELA

Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, toreó en Venezuela dos corridas de toros en la Maestranza de Maracay, los días 1 y 12 de mayo de 1946 y un festival benéfico en el Nuevo Circo de Caracas, el 19 de mayo de ese mismo año. Estas fueron sus únicas presentaciones en Venezuela.

“Manolete”, debutó en Venezuela presentándose en la Maestranza de Maracay, el 1 de mayo de 1946. La Organización Gago lo presentó, la primera tarde, alternando con el venezolano Julio Mendoza Palma y el diestro peruano Alejandro Montani con toros de “Guayabita”.

El toro de nombre “Naranjito”, negro, marcado con el número 316, segundo de la tarde, fue el primer enemigo con el que debutó “Manolete” en Venezuela, quien vestía un precioso traje rosa y oro.

El cronista taurino Guillermo Austria “Chavalo”, describió así el sensacional momento vivido en Maracay (Venezuela) con el debut de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” que tanta expectación y emoción despertó en la afición: 
           
“El prodigioso cordobés saluda al guayabitero con cuatro verónicas para las cuales habría de inventar una adjetivación especial. Sin aspavientos ni contorsionismos, aquellos lances fueron simplemente soberanos, mandones, pletóricos de gracia, serenidad y arte, rematados luego con la ya célebre media verónica de su exclusiva propiedad, por la manera nunca sospechada con que el “Monstruo” la realiza. Otras dos verónicas, una revolera y repetición de su inverosímil media verónica integraron su labor del primer quite, dejando en el ambiente una sensación de grandeza indiscutible.

Brinda desde los medios y comienza la sensacional faena de muleta con pases por alto y por bajos ayudados que dejan a la clientela desconcertada, asombrada, convulsa de una sensación jamás sentida ante semejante prodigio de serenidad y mandonería. La muleta en manos de “Manolete” tiene vuelos inaugurales. Todos creíamos que lo que hizo no se podía ver nunca. Se acerca, se arrima y luego se pega del toro con el mismo desenfado de una vaca.

Con dibujados naturales y tiránicos derechazos, se fajaba inverosímilmente el toro, alrededor. Las manoletinas, primorosa suerte de su invención, prendieron en el ambiente de la plaza la somnolencia embriagadora de un perfume, y otra serie de naturales, dados ahora con una exclusiva forma avasallante de correr la mano mirando a los tendidos, vertió más sobre el ruedo el vértigo del público hecho clamor de emocionado vocerío.

El hecho de haber tenido necesidad de recurrir al descabello después del espadazo que “sopló” al final, negó la posibilidad de adquirir en este toro algún simbólico trofeo. Pero ahí ha quedado, y de manera indeleble en la memoria de cuantos le vimos, la fantasmagoría real de todas sus faenas. La ausencia del galardón no afecta al mérito”.

En el quinto de la tarde, segundo de “Manolete”, el famoso diestro cordobés lo toreó primorosamente de capa pegándole al toro cuatro verónicas antológicas. Con la muleta ejecutó variados pases con ambas manos que fueron muy ovacionados. Entró a matar con decisión saliendo lastimado en el encuentro, recibiendo un pequeño varetazo en el estómago, siendo inmediatamente conducido hacia la enfermería de la plaza donde el eminente doctor José “Pepe” Izquierdo le realizó una adecuada cura y tratamiento. Al toro que no pudo matar “Manolete” por el pequeño percance recibido, lo despachó el venezolano Julio Mendoza habilidosamente con la puntilla.

El 12 de mayo de 1946, se volvió a presentar en la Maestranza de Maracay “Manolete” en un mano a mano con el diestro mexicano Carlos Arruza, actuando como sobresaliente el novillero venezolano Oscar Martínez. Llovió mucho ese día, pero los allí presentes pudieron ver enfrentarse a los dos colosos de la torería contemporánea.

“Manolete”, vestía traje de obispo y oro, mientras que su gran amigo el mexicano Carlos Arruza, llevaba puesto un traje tabaco y plata aquella tarde. El crítico taurino Guillermo Austria “Chavalo”, nos describe la actuación de “Manolete” y Arruza, el día de la histórica tarde del mano a mano:
           
“Aquellas verónicas de “Manolete”, aquellos sus naturales sus “manoletinas”, su pase de trinchera, los de pecho, en fin todo lo que en cantidad y calidad nos hizo, ante nuestros ojos aparecían como cosas nunca vistas. Como si fueran de estreno. Nos traían una sensación nueva. Un enervamiento desconocido hasta ahora. El extracto era el mismo pero distinto su perfume. Aquello era el zumo de mil flores del jardín de las delicias, del huerto de las maravillas. Nada lograríamos con intentar reseñarlo. Aquello era indescriptible. Fue inefable. Una oreja en uno y dos orejas en otro, total: tres orejas. Pero en realidad la cosa ha debido ser de esta manera: dos en el primero y en el quinto, las dos, el rabo y una pata, pero el Técnico no supo corresponder con entera justicia. Aquel quinto toro de “Manolete” merecía todos los honores habidos y por haber”.
                       
Aquellos tres escalofriantes faroles de rodillas con que Carlos Arruza saludó al sexto guayabitero de la tarde. Cuando el bizarro y temerario azteca dejó su posición de hinojos, en toda la plaza había un mareante olor a cloroformo. En todas las absortas pupilas la visión del “hule” humedeció los ojos de la tragedia. También como “Manolete” fue víctima de la “pichirrería” del Técnico, y solo se llevó al final de la triunfal jornada, cuatro orejas y un rabito, como si aquellos quinto y sexto toros no tuvieran patas que cortar. En hombros de una multitud más que entusiasmada, enardecida, salieron por las calles de la ciudad afortunada este par de colosos de la torería, después de haber dado cada uno a mares lo que tienen: el poder y la fuerza”.

Posteriormente, “Manolete” se volvió a presentar, el 19 de mayo de 1946 en un festival taurino a beneficio de la Campaña Nacional de Alfabetización, realizado en el Nuevo Circo de Caracas, con toros de “Guayabita”, alternado con Julio Mendoza, Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” y los hermanos venezolanos, Oscar y Ricardo Martínez. En ese festival se despidió “Manolete” de la afición venezolana y del público de América.


“MANOLETE” Y ARRUZA VISITARON A FLORENCIO GÓMEZ NÚÑEZ

En mayo de 1946, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” y el torero mexicano, Carlos Arruza, durante su estadía en Maracay, visitaron a mi abuelo Florencio Gómez Núñez en su quinta “La Macarena”. Ambos vinieron acompañados de sus apoderados. “Manolete”, en compañía de José Flores “Camará”, muy amigo de mi abuelo, al que conoció desde que se inició en el mundo del toro, primero como torero y después como apoderado y Carlos Arruza con Andrés Gago, quien también contaba con la amistad de mi abuelo, siendo un gran empresario sumamente atento y cordial.

Recordaba mi abuelo Florencio: “Gratamente recibí la visita de “Manolete” y Arruza con sus respectivos apoderados junto con mi señora Elena y mis pequeños hijos, Rosa Elena y Florencio Vicente Gómez Arráiz. Al llegar los toreros y bajar del coche, los saludamos cariñosamente y los invitamos a pasar a la casa que fue diseñada por mi amigo Carlos Raúl Villanueva, considerado como el mejor arquitecto venezolano de todos los tiempos, siendo también el artífice de la Plaza de Toros Maestranza de Maracay que le encomendamos construir y que fue inaugurada, el 20 de enero de 1933.

Ocurrió una anécdota muy curiosa con la visita de “Manolete”, porque nosotros teníamos en la casa, dos perros de raza Boxer, muy fuertes y bravos, a los que la mayoría de las personas que visitaban la casa les tenían mucho cuidado y respeto. “Manolete”, llevaba elegantemente su chaqueta puesta por los hombros y después de ver a los dos perros merodeando bastante cerca de él, muy inquieto, se dirigió a nosotros, diciéndonos:

“¡A estos perros, yo les tengo mucho más miedo que a los toros!”.

Finalmente, todos nos echamos a reír, después de aquel comentario que “Manolete” manifestó, demostrándonos el pánico que tenía ante los perros. Estuvimos conversando largo rato en un salón de la casa, donde todavía conservo el juego de recibo donde se sentaron “El Monstruo” cordobés y “El Ciclón” mexicano, junto a sus apoderados”.

Durante su estadía en Venezuela, “Manolete” y Arruza, estamparon su firma autógrafa con una bonita dedicatoria a mi abuelo Florencio en su álbum taurino, donde también aparecen las expresiones de amistad y cariño de grandes figuras del toreo que conoció a lo largo de los años, desde la fecha inaugural de la Plaza de Toros de Maracay en 1933.

Firma autógrafa de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” con dedicatoria a Florencio Gómez Núñez que dice: “Al gran aficionado y buen amigo Florencio Gómez con un abrazo, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, Caracas, 12 de mayo de 1946”. (Archivo: Hnos Dupouy Gómez).

“Manolete”, fue un torero excepcional, tenía una gran personalidad y prestancia en la plaza. Así lo recordaba con añoranza mi abuelo Florencio Gómez Núñez:

“Mi impresión sobre “Manolete”, es la que nos ha causado a todos los taurinos. Yo lo califiqué siempre como una figura única, fuera de todos los grupos y escuelas taurinas tradicionales. "Manolete" fue un torero magnífico porque lidiaba de igual manera a todos los toros y a todos los toros les hacía faena. ¡Qué difícil era lograr eso! Ese ha sido, indiscutiblemente, el gran mérito de "Manolete", que no se puso él a tono con los toros, sino que puso a los toros a tono con él. Yo creo que "Manolete" ha sido el torero con más valor de verdad que ha tenido el toreo. Le imprimía, con su carácter serio y sobrio, un sentido de solemnidad a lo que hacía, mostrando una verticalidad y una quietud asombrosa ante la cara de los toros. Era una constante en “Manolete”, la seguridad, verdad y decisión al ejecutar la suerte suprema.

Para mí ha sido un caso excepcional en el toreo. Toda persona o aficionado que recuerde alguna faena de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, no podrá olvidar nunca en su vida a esta gran figura del toreo y lo que significó para la Fiesta Brava”.

Rafael Dupouy Gómez ante la hermosa estatua de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, titulada “Su último brindis”, obra realizada por el gran escultor madrileño Emilio Laiz Campos que se encuentra en la Plaza de Toros Maestranza “César Girón” de la ciudad de Maracay, Venezuela. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

He querido al final de este artículo de recuerdo a “Manolete” en el aniversario de su muerte, incluir la composición de un video donde se puede escuchar el poema “A LA MEMORIA DE MANOLETE” de Adriano del Valle con fotos del desaparecido diestro cordobés y la magnífica interpretación del gran recitador español José González Marín, uno de los mejores intérpretes de la poesía española. Visitó Venezuela logrando un éxito rotundo en sus presentaciones. Mi abuelo Florencio Gómez Núñez, gozó de su amistad y admiración, conservando sus discos. En  junio de 1936, durante una presentación de González Marín y Pastora Imperio en el Teatro de “La Zarzuela” de Madrid, el famoso recitador, después de finalizar su actuación, invitó a mi abuelo Florencio a una recepción privada, teniendo el cordial y amable gusto de presentarle personalmente al gran poeta y dramaturgo español Federico García Lorca.

           Puede disfrutar el video con el poema: A la memoria de "Manolete".


El recuerdo de Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, permanece siempre vivo con el paso de los años, porque fue un gran hombre, digno representante de su raza por su arte, valor y torería. ¡Paz a su alma en su Córdoba querida!

Rafael Dupouy Gómez





domingo, 2 de agosto de 2015

ANTOÑETE: "MI REGRESO SE LO DEBO A VENEZUELA".

(Por Rafael Dupouy Gómez)

En la foto, un extraordinario natural de Antonio Chenel “Antoñete” con dedicatoria a los nietos de don Florencio Gómez Núñez, los hermanos Juan Florencio, Rafael y Miguel Dupouy Gómez en Maracay, Venezuela. Año 1993. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

El maestro “Antoñete”, siempre fue un hombre agradecido de Venezuela, patria generosa que lo recibió con los brazos abiertos, donde cosechó grandes amistades.
Revisando nuestra videoteca taurina, encontramos una sencilla y oportuna entrevista que realizó el periodista Felo Giménez al maestro Antonio Chenel “Antoñete” en 1985.
El motivo de la entrevista trataba sobre la despedida de “Antoñete” en el Nuevo Circo de Caracas (Venezuela), país que le impulsó a tomar nuevos aires, a pesar de su avanzada edad como matador de toros, para que pudiera plasmar para la posteridad su exquisito arte, su sobrio clasicismo, su pureza, seriedad, técnica, señorío y valor indiscutible, porque “Antoñete” llevaba el toreo por dentro y lo transmitía en su máxima expresión, marcando una época y un espacio muy especial en la historia taurina mundial.
Durante su permanencia en Venezuela, recordaba el maestro, su entrañable amistad con los ganaderos Marcos Branger y su señora Maribel que tanto le ayudaron en el duro batallar de su carrera, apoyándole siempre en la ganadería “Tarapío”.
Tanto quería a nuestra patria el maestro del mechón blanco, que desde el año 1977, pasaba los veranos en España y los inviernos en Venezuela.
Tuve la fortuna de verle torear en varias ocasiones. Recuerdo la última de ellas en un festival realizado, el 19 de noviembre de 2000 en la Maestranza de Maracay, actuando con José Ortega Cano y Morenito de Maracay. “Antoñete”, después de deleitarnos con algunas pinceladas de su buen toreo, se perfiló para matar y el toro le propinó una fuerte voltereta. Pensé que la suerte del maestro era la peor. Le pude ver pálido, angustiado, faltándole el aire, cuando era conducido a la enfermería de la plaza. Luego, al concluir el festival, nos dirigimos al hotel “Pipo” de Maracay y encontré al maestro muy triste y serio, esperando dentro de la camioneta de su amiga Maribel y de su hijo Vicente Branger. Logré asomarme por la ventana y le pregunté al maestro como se sentía, él agradeció mi preocupación por su estado de salud con una vergüenza torera que quedó grabada en mi mente. Parecía presentir el final de su gloriosa carrera.
Creo que esa fue la última vez que “Antoñete” toreó en Venezuela. Lamentablemente, su adicción al cigarrillo terminó mermando su capacidad pulmonar. Cada vez respiraba con mayor dificultad y su salud se deterioraba sin poder remediar el daño que ya estaba hecho. Falleció el 22 de octubre de 2011.
He querido compartir este video con los aficionados taurinos, porque se refleja el sentimiento y la hidalguía de una gran figura del toreo que amó y dejó una profunda huella en Venezuela de amistad, cariño y respeto.
¡Descanse en paz Maestro!

Puede disfrutar el video de Antonio Chenel "Antoñete".


Rafael Dupouy Gómez



CÉSAR FARACO: ADIÓS A UN GRAN TORERO Y AMIGO

(Por: Rafael Dupouy Gómez)

Acto del Bautizo del documental taurino, realizado por los Hnos. Dupouy Gómez sobre la dinastía Bienvenida en Venezuela. De izquierda a derecha en la foto: Miguel Dupouy Gómez, Rafael Dupouy Gómez, el maestro César Faraco, Rosa Elena Gómez Arráiz y Juan Florencio Dupouy Gómez. (Restaurant “La Castañuela”, Caracas, 27 de julio de 2010).

Con profunda tristeza recibimos la infausta noticia de la desaparición física del maestro y amigo César Faraco.
El jueves 8 de diciembre de 2011, el día de la Inmaculada Concepción de María, alzó vuelo al cielo el “Cóndor de Los Andes” para encontrarse con Dios en la eternidad.
Lo conocimos desde niños, cuando nuestro abuelo Florencio Gómez Núñez, gran amigo de la familia Bienvenida y de César Faraco, nos hablaba siempre de él con cariño y admiración. Especialmente, por su constante dedicación como principal figura del toreo nacional, su don de gente, su trato respetuoso, sincero, afectuoso, cálido, sencillo, caballeroso y educado.
Las personas que tuvimos la fortuna de conocerlo personalmente, nunca olvidaremos su gran calidad humana.
Los comienzos de César Faraco fueron duros. Se mantuvo luchando tenazmente por abrirse camino en España. Su gran amigo, el ídolo venezolano Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro”, fue quien lo orientó y guió por el camino correcto en un momento en el que César se sintió perdido y decepcionado de su carrera.
El “Diamante Negro”, le tendió la mano a su compatriota, llevándolo a la casa de la familia Bienvenida en la calle General Mola Nº 3, para presentarle al “Papa Negro”, quien se convertiría después en su mentor y apoderado al observar sus facultades y buenas maneras de interpretar el toreo.
El “Cóndor de los Andes”, gracias a la disciplina, técnica y formación dirigida por don Manuel Mejías Rapela, el inolvidable “Papa Negro”, se convirtió en el primer torero americano que recibió la alternativa como matador de toros en la Plaza de Toros Monumental de Las Ventas de Madrid, el 13 de mayo de 1955, siendo su padrino Antonio Bienvenida, actuando como testigo Manolo Vázquez.     
Siempre recordaré un gesto noble de su persona. En diciembre de 1995, quiso visitar y saludar a mi querido abuelo Florencio Gómez Núñez que se encontraba enfermo en su hogar. Eso ocurrió pocos días antes de su fallecimiento. Recuerdo que fue una de las últimas visitas que recibió mi abuelo antes de morir, el 31 de diciembre de 1995.
Mi abuelo, estuvo muy contento de ver a su gran amigo César Faraco y estuvieron recordando viejos tiempos. Faraco, había participado, recientemente, en un festival homenaje a don Antonio Aragón, celebrado el 26 de noviembre de 1995 en el Nuevo Circo de Caracas, siendo ovacionado esa tarde por el público presente que reconoció su esfuerzo por tratar de quedar bien, siendo ésta la última actuación del “Cóndor de los Andes” en el Nuevo Circo de Caracas.
Fue nuestro gran César Faraco, un torero fino, artista, sobrio, que marcó una época imborrable en la historia taurina venezolana. Amaba tanto su profesión que, como buen maestro, fundó la “Escuela Taurina de San Cristóbal” (Edo. Táchira, Venezuela), que lleva su nombre, ofreciendo y compartiendo sus conocimientos y experiencias, formando a los futuros toreros de nuestra tierra.
El maestro Faraco, se sentía muy orgulloso de los progresos de esos muchachos, porque sembró en sus alumnos, la afición, la constancia y la promisoria continuación de su legado taurino lleno de hidalguía, dignidad y señorío. Fue un torero dentro y fuera de la plaza.    
La última vez que nos vimos fue en Caracas, el 27 de julio de 2010, en el Restaurant “La Castañuela” de Las Mercedes, con motivo del bautizo del documental “Los Bienvenida en Venezuela. Huella indeleble en el corazón de una dinastía”, realizado por nosotros, los Hnos. Dupouy Gómez, bajo la producción técnica y artística de mis sobrinos Rosana, Juan Manuel y Carlos Eduardo Dupouy García.

Momento del Bautizo del documental taurino, realizado por los Hnos. Dupouy Gómez sobre la dinastía Bienvenida en Venezuela. (Restaurant “La Castañuela”, Caracas, 27 de julio de 2010).

El maestro César Faraco, tuvo el honor de ser el padrino de nuestro documental, bautizándolo con arena de la Plaza de Toros Maestranza “César Girón” de Maracay en compañía de nuestra madre Rosa Elena Gómez Arráiz y Nelson Hernández Ramírez, Presidente del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida de Venezuela.
Posteriormente, nuestro documental fue presentado en España, con mucho éxito, dentro de los actos del I Encuentro Iberoamericano del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida, el 11 de mayo de 2011 en la sala “Antonio Bienvenida” de la Plaza de Toros Monumental de Las Ventas de Madrid.
El último contacto que tuve con el “Cóndor de los Andes”, fue vía telefónica, después de nuestro regreso de España, contándole lo maravilloso que nos había ido en nuestro viaje. Luego, le enviamos a su residencia en San Cristóbal como regalo nuestro documental histórico sobre la dinastía Bienvenida que tanto marcó su carrera taurina y en la que se le mencionaba, apareciendo el diestro merideño en varias fotografías.
César, estaba muy contento y agradecido por el obsequio. Me dijo que lo iba a conservar con especial cariño y lo proyectaría en su Escuela Taurina de San Cristóbal, para que los muchachos que comenzaban en el difícil mundo del toro, aprendieran del ejemplo de la dinastía Bienvenida y de los sacrificios que tuvo que sortear su maestro de la Escuela Taurina, César Faraco.  
Nos despedimos con mucho cariño. Así fue nuestro último adiós, bastante afectivo, sincero, con deseos de volvernos a encontrar para seguir charlando de toros en una ocasión futura que, lamentablemente, ya no llegará, porque el “Cóndor” abrió sus alas y se nos fue para siempre, pero vivirá eternamente en nuestros corazones.
La familia Dupouy Gómez, manifiesta a sus familiares su profundo dolor y pesar por la sensible pérdida del amigo incondicional, distinguido caballero, hombre de bien y figura indiscutible de nuestra torería. 
¡Qué Dios lo bendiga y lo tenga en su gloria!

Rafael Dupouy Gómez